Columna

A propósito del acetaminofén, las causas y las consecuencias

¿Cuál es la causa de la pobreza? ¿es el frío intenso el que causa el dolor de las manos de mi abuela? ¿fumar es la causa del cáncer de pulmón? ¿la madre que consume acetaminofén durante el embarazo puede causar autismo en su hijo?

Algunas de esas preguntas parecen tener respuestas obvias, otras no tanto. La mayoría de ellas, de hecho, quizás no tengan una única respuesta. El acertijo de la causalidad parece venir desde que los humanos intentamos organizar nuestro conocimiento, pero aparentemente la primera teoría sistemática y organizada fue la de Aristóteles, quien definió como una condición esencial para el conocimiento de cualquier cosa tener claros sus cuatro tipos de causas: material, formal, eficiente y final. Quizás no se pueda encontrar una única causa para un solo efecto (no todos los fumadores desarrollan cáncer de pulmón y algunos cánceres aparecen en personas que no han fumado nunca) y la vida, en cambio, parece estar llena de muchas redes interconectadas de causas y efectos. Pero no nos vamos a meter en honduras filosóficas y Aristóteles no parece ser muy popular hoy en día. En cambio, sí es importante saber qué debe hacer una madre gestante para no exponer a riesgos innecesarios a su bebé.

En el mundo de las investigaciones en humanos, y particularmente de la investigación clínica que se ocupa específicamente de las enfermedades, tenemos la confianza en que los experimentos clínicos aleatorios (ECA, aquellos en los que esperamos que los grupos de estudio sean diferentes únicamente en la intervención que pretendemos evaluar) que estén bien hechos y con un buen número de pacientes, nos den respuestas convincentes acerca de los beneficios y los efectos adversos de los medicamentos. Cuando no tenemos ese tipo de investigaciones experimentales, debemos recurrir a otros métodos que descansan exclusivamente en la observación y en el análisis detallado de los datos recolectados. Uno de esos métodos es el estudio de cohorte, en el cual se siguen durante un determinado periodo de tiempo aquellos individuos que están expuestos a una determinada sustancia o factor y se comparan con aquellos que no tiene la misma exposición. Al no tener la ventaja de la asignación aleatoria del ECA, en las cohortes es necesario echar mano de técnicas estadísticas que nos ayuden a suponer que podemos eliminar esa “confusión” derivada de los demás factores o variables involucradas en la aparición de los beneficios o las desventajas de la exposición (por ejemplo, si las madres que toman acetaminofén estuvieran también expuestas a un factor que fuese causa posible de autismo). Lamentablemente, lo anterior no siempre es fácil y excepcionalmente podemos decir que un estudio de cohorte pueda ser superior o incluso similar a un ECA.

No tenemos un ECA que compare mujeres gestantes que usen y que no usen acetaminofén durante su embarazo, para determinar años después si los hijos de las primeras desarrollarán más probablemente el desorden del espectro autista (DSA) que los hijos de las segundas. Solo tenemos estudios de cohorte para esta pregunta. Los tres más sonados y citados datan de 2016 (con 64,322 madres e hijos de Dinamarca), 2021 (con 74,881 madres e hijos agregados en un metaanálisis de seis cohortes de países europeos, de los cuales 61,430 eran los mismos niños del estudio de Dinamarca) y el más reciente de 2024 (2,480,797 niños suecos, dentro de los cuales también se analizaron de manera diferente 1,773,747 que eran hermanos dentro de 780,839 familias). En la primera cohorte más de la mitad de las madres reportaron uso de acetaminofén durante su embarazo, y esto parecía incrementar la ocurrencia del DSA desde un 1.2% en las madres que no tomaban acetaminofén hasta un 1.6%, aproximadamente, en aquellas que si lo hacían. En el segundo estudio los resultados fueron similares a los del primero, como era de esperarse, dado que más del 80% de los niños eran los mismos de la primera investigación. En la cohorte más reciente, con casi dos millones y medio de niños y, dentro de ellos, casi un millón ochocientos hermanos, no se encontró ningún riesgo con el uso de acetaminofén para el desarrollo del DSA. Menos del 10% de los niños estuvieron expuestos al acetaminofén en el útero de sus madres y la diferencia absoluta en la ocurrencia de DSA entre expuestos y no expuestos fue inferior a 0.1% en las comparaciones generales y entre los hermanos.

De manera que, a pesar de las aparentes contradicciones y dudas, la balanza se inclina a que el uso de acetaminofén en el embarazo parece ser seguro, al menos con respecto al riesgo de desarrollar DSA. De hecho, en presencia de fiebre o dolor durante el embarazo, el uso de acetaminofén en las dosis máximas permitidas (1 gramo cada 6 horas para un adulto con un hígado normal) es mucho más seguro para la madre y el niño que los otros medicamentos disponibles para esas dolencias. Con estos antecedentes, las recientes declaraciones del presidente de los Estados Unidos (ya saben quién es…) y de su secretario de salud (abogado, sin formación ni experiencia en áreas relacionadas con la salud) con respecto a eliminar radicalmente el uso de acetaminofén durante el embarazo son, por decir lo menos, infundadas y; si somos estrictos, peligrosas para la salud pública de los ciudadanos americanos y de todos aquellos que crean ciegamente en la voz de los políticos.

Zapatero a tus zapatos ¿no les parece? 

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